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En la edición de este mes de Wired UK, Aleks Krotoski comenta en su columna dentro de «Bank of ideas» algo realmente interesante y a lo que llevo dándole bastantes vueltas desde hace tiempo: en la Red, la atención se toma como un sinónimo de influencia. Creo que con el tiempo hemos empezado a confundir lo que significa influencia. La Red ha distorsionado este concepto y lo ha depositado en manos de personas que sólo tienen un foco de atención.

La influencia es la habilidad de ejercer poder (en cualquiera de sus formas) sobre alguien, de parte de una persona, un grupo o de un acontecimiento en particular (Wikipedia). Es decir, es la capacidad de influir en las personas que hay a tu alrededor, amigos y familiares; en los amigos de amigos; en nuestros lectores; en el mundo entero. El ratio de influencia es una característica muy complicada de medir pero está perfectamente definida.
Por el contrario, la atención es la capacidad de aplicar voluntariamente el entendimiento a un objetivo, tenerlo en cuenta o en consideración (Wikipedia). Existen una infinidad de usuarios, YouTube o Tweet Stars, que tienen el micrófono en la mano y el foco apuntándoles en un momento dado, tienen la atención de los usuarios y son escuchados pero, ¿son tenidos en cuenta? Por ejemplo, Salvador Raya tiene el foco de atención pero, ¿es influyente?
La gran diferencia entre la influencia y la atención no es el número de gente a los que se dirige sino a cuántos de ellos se puede hacer reflexionar, influir, cambiar de opinión. La atención es necesaria para ser influyente pero no es suficiente. Las redes sociales nos han demostrado que el contenido rápido e impactante triunfa, llama la atención; pero el realmente influyente es el que tiene sustancia más allá del título. Lo mismo pasa con las personas.
